Junto al camino de Aguilar, en la orilla izquierda del arroyo, en la zona dónde se habían hallado algunos mosaicos fragmentarios en 1868 y 1873, el célebre mosaico nilótico fue descubierto más de un siglo después, en 1982, propiciando el interés de los arqueólogos por el yacimiento de Fuente Álamo, con diferentes campañas de excavación, investigaciones y puesta en valor, que, aun de modo intermitente en casi cuatro décadas, prosiguen en la actualidad.

Trasladado al Museo Arqueológico de Córdoba, el mosaico pavimentaba en origen una sala termal, probablemente el frigidarium, correspondiente a la reforma del primitivo balneum de final del siglo II-principios del III d.C., que debió acometerse a principios del siglo IV, si bien cayó en desuso y fue clausurado en época teodosiana, tal y como refleja un muro que atraviesa el pavimento.

Se trata de una estancia, que fue redescubierta en las excavaciones emprendidas entre 2005 y 2009, de forma cuadrangular con cuatro ábsides, de los que solo se conservan completos dos y apenas restos de la inscripción del tercero, muy afectado por una gran laguna que se extiende por el cuarto y la parte inferior del cuadro central.

En dicho cuadro está representado, según la iconografía habitual, el Nilo, acompañado por ejemplares de la fauna nilótica, mientras en los compartimentos absidados se sitúan escenas de la Geranomaquia, con epígrafes musivos alusivos a las expresiones de pigmeos y grullas identificados con un nombre propio, cuya lectura e interpretación han suscitado desde su hallazgo un gran debate, siendo identificadas como representación tanto de una obra teatral, un mimo o una novela ilustrada de los siglos III-IV d.C., en suma, reflejo de la Cultura Escrita de la época, como con la adaptación libre de breves y simples textos hilarantes y de doble sentido. Sí existe acuerdo sobre el carácter cómico-humorístico y al tiempo apotropaico de esta representación contra la invidia, única en la musivaria romana.